TEATRO

Héctor Mendoza creador de una metodología en renovación constante

Boletín No. 1038 - 09 de julio de 2019
  • Este miércoles 10 de julio el dramaturgo, catedrático y director de escena cumpliría 87 años; se abordará su legado en el foro teatral Amacalone 

  • Reconocido como director de más de 70 puestas en escena y autor de 87 obras de teatro; está por reconocerse aún su valioso legado dramatúrgico 

Una clase magistral, una semblanza y un concierto son las actividades que Rodrigo Mendoza realizará en Amacalone. Foro para la experimentación escénica, en homenaje a su padre, el dramaturgo, catedrático y director de escena Héctor Mendoza (1932-2010), quien el 10 de julio celebraría su cumpleaños 87. 

En Soria 65 A, colonia Álamos, sede de Amacalone, habrá ese día una clase magistral gratuita a las 16:00 horas, con inscripción previa en la página Facebook del foro; a las 18:30 dará inicio el homenaje con una semblanza del dramaturgo, y a las 20:30 horas Rodrigo ofrecerá un concierto en el que interpretará algunas piezas que compuso para su padre, sobre quien, dijo, era un melómano fantástico.

Héctor Mendoza nació en Apaseo, Guanajuato, el 10 de julio de 1932, y falleció el 29 de diciembre de 2010. Estudió Literatura española en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM y Actuación en la Escuela de Arte Teatral del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL).

En 1994 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes y un homenaje nacional organizado por el INBAL. Fue Premio Juan Ruiz de Alarcón 2004. Premio Universidad Nacional 2009, en el área docencia en artes. Dirigió más de 70 puestas en escena y escribió 87 obras de teatro.

“Como dramaturgo y como director la gente reconoce a mi padre. Aún queda por distinguir su capacidad para educar actores”, señaló Rodrigo Mendoza Millán, director, dramaturgo, actor, músico, compositor y maestro de teatro.

Él creó una metodología en constante movimiento, totalmente morfológica, difícilmente un actor que estudiaba con él veía las mismas cosas que otro que lo hacía 10 años después, siempre había avance, su búsqueda era incansable.

Dejó seis obras con intención didáctica para el aspirante a ser actor

No dejó un libro con su metodología, pero dejó seis obras con una intención totalmente didáctica para el aspirante a ser actor, incluyendo sus obras dramáticas. Parece ser que su principal punto de influencia en México fue buscar una metodología actoral que fuera funcional, tanto para hombres como para mujeres y abarcar los distintos tipos de personalidades que tenemos los seres humanos.

Rodrigo refirió que compartió con su padre los últimos tres años de su vida, “estuvimos en una especie de clase maestra y taller de investigación, lo he estudiado profundamente e impartido sus técnicas de actuación”.

Las nuevas ideas que se me han ocurrido surgieron a partir de las pláticas con mi padre, algunas son de él, otras en conjunto, y este legado es lo que aplico en Amacalone, lugar donde ensayaba. El propósito es continuar a partir de donde él se quedó, y al mismo tiempo recordarlo y honrarlo, proponer cosas y experimentar.

Refirió que era un hombre difícil, podía ser muy generoso con los amigos o casi un tirano para algunas personas.

“Los que nos llamamos mendocinos descubrimos al hombre que era capaz de invitar a un grupo de actores, tanto en México como en Nueva York y después llevarlos a cenar para hacer el análisis de la obra que acababan de ver. 

“Nunca tuvo dinero, pero cuando lo tenía, era espléndido, generoso, si amabas el teatro él te amaba a ti también, era tanto su amor por el teatro que dominaba su propio corazón”, dijo.

Desde pequeño, Rodrigo participó en comerciales y en obras de teatro durante su época escolar. Al elegir una carrera se decidió por la música, porque le daba miedo competir con su padre.

Fue hasta que Héctor Mendoza impartió un taller a directores como Mario Espinosa, Martín Acosta, Ricardo Ramírez Carnero, que Rodrigo le pidió tomarlo también para relacionarse con ellos y crearles la música.

Después de ver su desempeño durante el taller, Mendoza dio a leer a su hijo la obra La caída de un alfiler, de su autoría, y le propuso que la dirigiera. Fue así como inició su carrera como director y su incursión de lleno al teatro, recordó Mendoza Millán.

“Actualmente escribo un libro para difundir el legado de mi padre, será un texto solo para mis alumnos, porque no tengo recursos para imprimirlo de manera extensa”, señaló el profesor del Colegio de Literatura Dramática y Teatro de la UNAM.

En el currículum de Héctor Mendoza destaca haber sido coordinador del Teatro Estudiantil de la Dirección General de Difusión Cultural de la UNAM entre 1954 y 1955 y haber dirigido los primeros programas de Poesía en Voz Alta; coordinador del Departamento de Literatura Dramática y Teatro de la FFyL de 1984 a 1987; fundador en la Casa del Lago de un grupo de experimentación teatral en 1960 y, en 1987, junto con Julio Castillo, creador del Núcleo de Estudios Teatrales, labor que retomaron después con Luis de Tavira.

Estuvo a cargo del Departamento de Teatro de la UNAM; profesor del Departamento y Colegio de Teatro de la FFyL; impartió clases en la Escuela Nacional de Arte Teatral del INBAL y fue profesor invitado en la Universidad de Texas. Creador emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte; Premio Juan Ruiz de Alarcón a la mejor obra teatral de 1953 por la obra Las cosas simples, y Premio de El Heraldo de México a la mejor producción teatral 1993 por Don Gil de las calzas verdes.

Las Obras Completas de Héctor Mendoza reúnen su producción teatral escrita a lo largo de más de 50 años. Los tres tomos, publicados por Ediciones El Milagro, Ediciones La Rana, la Universidad de Guanajuato, y la Universidad Nacional Autónoma de México, comprenden las 57 obras que, presentadas de manera cronológica, abarcan los más diversos géneros dramáticos. La variante es el tercer tomo, el cual contiene las obras en las que Héctor Mendoza aporta sus puntos de vista sobre el arte de la actuación.

También incursionó en el cine, con la dirección de la película Amor, amor, amor. La sunamita, de la que fue además guionista al lado de Inés Arredondo y Juan García Ponce.

La Sala de la Compañía Nacional de Teatro del INBAL lleva su nombre y el Foro para la experimentación escénica, Amacalone, tiene el nombre que puso a una de sus obras de teatro, creada en 2003 para provocar en el público la reflexión.

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