Día de las madres

Tan antigua como las civilizaciones, la lengua ha acompañado al hombre. Y como todo existe a partir de que lo nombramos, no hay un tiempo en el que la figura materna no haya existido.

Desde los ritos paganos hasta las ofrendas y festividades a Rhea, diosa griega progenitora de Júpiter, Neptuno y Plutón, hemos visto que el desarrollo de dicha imagen ha representado el vehículo para hablar de la creación como sinónimo de fertilidad, desde una perspectiva que va de lo general a lo particular, por ejemplo; en la naturaleza con la cosecha de la tierra, el arte, la ideología, el surgimiento de las naciones, la identidad social y del individuo, es decir, la madre como metáfora y génesis de todo lo existente.

Del mismo modo, la madre cumple con un objetivo de dualidad, el ying yang que ilumina pero es también oscuridad abrasadora, en este hilo de ideas, Georges Bataille, como sin duda otros autores pueden imbricarse en este apartado, logró un rompimiento con la idealización de la madre protectora, cándida y cuya bondad y abnegación es símbolo de amor universal. En su novela titulada Ma mère, el escritor francés se sirve del erotismo para la configuración de un texto transgresor y subversivo en donde el personaje materno podría ser clasificado como elemento del mal, que al insertarse dentro de esta imagen colectiva antes mencionada –la madre como representación todopoderosa– es capaz de crear vida y al mismo tiempo destruirla, que es, de manera somera, lo que ocurre con el personaje de su hijo, al ser llevado de la mano de su progenitora por el camino del hedonismo.

Mujer y niña en Yucatán
Fernando Castro Pacheco. Mujer y niña en Yucatán, fecha no registrada. Linoleografía.
En un terreno más cercano al desarrollo social, durante la Rusia comunista, se convirtió en un emblema que se extendió hasta la causa bélica, si bien se presume que el surgimiento se dio a partir de la obra de Máximo Gorki, el mensaje fue tan potente que dicha nación adoptó el apelativo de Madre Rusia.

Por su parte, Octavio Paz recoge algunos de los conceptos más interesantes sobre la maternidad en El laberinto de la soledad, y profundiza en su influencia en la construcción de la sociedad mexicana. A propósito, marca tres periodos determinantes:

En el primero, la Conquista es abordada como una etapa en la que la identidad de los pueblos indígenas fue suplantado por una cosmovisión totalmente nueva, diosas y mujeres vieron nacer la hibridación de la fe representada por Guadalupe-Tonantzin, una virgen que también es madre, refugio de los desamparados que buscan consuelo, pero a fin de cuentas figura pasiva.

La Reforma, por otro lado, implicó la promesa a los orígenes prehispánicos, a la eterna definición de la identidad nacional, sin embargo, Paz apunta y califica a este capítulo de nuestra historia como una madre con “boca que devora, señora que mutila y castiga: madre terrible”, en tanto se fundó bajo el cobijo, también, de ideas nacidas en el viejo continente.

Finalmente, la Revolución ofreció un retorno más real a la raíces nacionales, a nosotros mismos y a la posible transformación de fondo. Un movimiento social que abanderó la patria como madre mestiza mucho más consolidada debía devenir fructífero.

En suma, la madre es motivo de viajes interiores transformativos que han sido sembrados en todas las formas posible de pensamiento y se ha colado entre las estructuras del tejido social, ya sea a través de la literatura, la filosofía o el estudio antropológico.

Celebramos esta fecha con la convicción de que la representación materna es mucho más que el objeto de la propagación de la especie.