ARTES VISUALES

Saturnino Herrán y Ramón López Velarde trascendieron las fronteras del arte con un lazo fraternal

Boletín No. 203 - 13 de febrero de 2019

·        Ayer se llevó a cabo una conferencia magistral acerca de la amistad entre estos dos artistas y la influencia que tuvo en sus obras

·        Impartió el poeta y ensayista Vicente Quirarte

“Herrán, como pintor de excelencia, dotó a México de un arsenal estético que sin dejar de representar lo nuestro trascendió fronteras para colocarse entre los grandes creadores del arte universal”, aseguró Vicente Quirarte, ayer por la tarde, durante la conferencia Saturnino Herrán dibuja a Ramón López Velarde.

En el marco de la exposición Saturnino Herrán y otros modernistas, que estará abierta hasta el 24 de febrero en el Museo Nacional de Arte, el poeta y ensayista Vicente Quirarte impartió una conferencia magistral sobre la relación entre el pintor y el vate Ramón López Velarde, autor de La suave patria.

Desde su nombre de pila, dijo el poeta, Saturnino Herrán era un predestinado, ya que, de acuerdo con el filósofo Marsilio Ficino, los afectados por el planeta Saturno son de temperamento melancólico, cuya enfermedad se cura mediante la actividad. En el caso del pintor fue artística.

“Nacido virtuoso, Herrán tuvo la capacidad para convertir su pintura en gran arte, en verdadera creación que disfrutamos, agradecemos y no dejamos de estudiar a cien años de su entrada en la inmortalidad”, señaló Quirarte.

El ensayista mencionó que considera a Saturnino Herrán como virtuoso por su capacidad de convertir su primer trazo en un ejemplo de su labor como gran dibujante, incluso en este sentido se emparenta con los primeros poemas de López Velarde, quien siempre cantó su capacidad para dominar las palabras.

Tanto en uno como en otro —indicó Quirarte— lo que nos asombra es su virtuosismo, debido a que no se queda solamente en las fronteras. Ellos supieron trascender esos límites para buscar un nuevo lenguaje: Herrán en la pintura y López Velarde en la poesía.

Sobre Saturnino Herrán, comentó que murió joven, es decir, a los 31 años. En una década de actividad febril, llenó lienzos y murales con pasión y talento, actividad que compartió con el poeta Ramón López Velarde, amigo del pintor que conocía su obra como ninguna otra persona.

En cuanto a López Velarde, el también ensayista dijo que nos enseñó a desconfiar de las palabras, a templarlas en un fuego inédito y a devolverlas como si acabaran de nacer. Al morir, en 1921, fue consagrado como poeta nacional por haber cantado con nuevo acento la intimidad de un país apenas salido de la violencia revolucionaria. La suave patria, poema genuinamente cívico, salva escollos y fórmulas retóricas.

“Los 33 años de su vida bastaron para que se convirtiera en el poeta del presente y en el indiscutible maestro del futuro. Pocos como él supieron traducir las dudas y zozobras del animal humano, pero también sus alegrías ante los intelectuales cotidianos y la incandescencia de la patria chica”, dijo Vicente Quirarte.

Asimismo, el poeta zacatecano comprobó y demostró que el lenguaje es un sistema arterial, por eso la Ciudad de México se encuentra retratada con gran intensidad. Trotacalles profesional, soñador con los ojos abiertos, sabía que cada una de las conquistas de su cuerpo y su espíritu eran para siempre, afirmó.

Por último, Vicente Quirarte resaltó la amistad de Saturnino Herrán con Ramón López Velarde, la cual se extrapolaba hacia su producción artística, ya que la traducción más precisa de la lírica sinuosa del poeta estaba en los trazos del pintor.

“El verdadero y definitivo testamento y despedida fue La suave patria, donde la pluma del poeta y el pincel del pintor se cruzaron de una vez y para siempre”, finalizó.

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