LITERATURA

Un mil y un haikus, libro póstumo de Saúl Ibargoyen

Boletín No. 402 - 24 de marzo de 2019
  • Recuerdan al poeta, narrador y ensayista en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes

Un mil y un haikus fue la última publicación de Saúl Ibargoyen, y alcanzó a elegir la portada, a realizar la revisión, comentó Mariluz Suárez, viuda del escritor de origen uruguayo, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

“Estaba muy ilusionado con verlo, así como lo miramos nosotros  y, dónde esté, seguramente estará aplaudiendo que ya se encuentre listo”.

Acompañada de Martha Nélida Ruiz, la viuda de Saúl Ibargoyen se refirió al autor de El escriba de pie en el contexto de su cumpleaños, el cual será el 26 de marzo.

Durante su intervención, Mariluz Suárez recordó el carácter del escritor, quien falleció en enero pasado, y dijo que, con ese ánimo con que se le identificaba, pidió que la mitad de sus cenizas se dejara en Coyoacán.

Fue algo un poco chusco, como era él. No lo hicimos público porque era algo complicado. Nos citamos en la fuente de los coyotes y en sobres de té cada uno dejó las cenizas donde quiso. Mencionó que la mayoría en lugares significativos para el poeta nacionalizado mexicano. “Después nos fuimos a La Selva, donde daba su taller, tomamos café y se dio lectura a algunos textos.

“La parte uruguaya, como decía, designó la Playa Ramírez para sus cenizas, porque decía que fue donde vio por primera vez el mar. Con su familia y amistades de allá dejamos las cenizas. Fue un poco más serio, porque su relación con la muerte es distinta a los mexicanos, pero cumplimos con el deseo de Saúl”.

Durante su participación, Martha Nélida Ruiz señaló que Ibargoyen es “uno de los grandes escritores contemporáneos, autor de 72 libros, entre poesía, cuento, ensayo y novela, además de innumerables artículos.

“Su poesía tiene la contundencia de un golpe de frío, sencilla y profunda, cargado de siglos y milenios de vida --aquí, si estuviera Saúl, seguramente me diría por qué no segundos--, contención y riqueza, al mismo tiempo en sus haikus, a los que les dedicó sus últimos años, pero también en sus poemas que eran libros.

“Saúl era un gran poeta. Sus cuentos y novelas tienen elegancia, una mina de lenguaje, sabiduría expresada en las palabras y los dichos que creaba y ponía en la boca de sus personajes, sobre todo en la narrativa de frontera, escrita totalmente en su propio portuñol.

“Era un verdadero maestro en crear espacios y atmósferas de tiempo sin tiempo, como hiciera Juan Rulfo. Su vida misma, sin concederle espacio a la autoflagelación o a la sublimación del dolor, la decadencia, sin buscar la comprensión y mucho menos la compasión de los lectores, fue digna y firme como sus personajes”.

“Era como un río generoso que podía aliviar la sed de todos por los que va pasando y darles exactamente a cada uno la cantidad y la calidad de agua que necesita. Ávido lector, sabía leer a las personas desde la sencillez de la calle y no desde las alturas, como hacen muchos mentores. Él no era pose, era persona no sólo erudita y culta, sino alguien que fue convirtiéndose en sabio con los años”.

El homenaje incluyó la lectura de algunos poemas, como Árboles, Cero, La cantina de septiembre, Otra vez patria, Quiero saber de tu sonrisa, La Habana sin ti, La estatua blanca y La cruz de agua. “No nos queda más que desearle feliz cumpleaños a Saúl”, cerró Mariluz Suárez y se le rindió una ovación de pie al desaparecido poeta.