MÚSICA

Wasabi se ganó el cariño del público en el Palacio. Presentaron un perfil diferente de lo que se reconoce como japonés

Boletín No. 1125 - 20 de agosto de 2018
  • Con este concierto, la comunidad japonesa en México y nuestro país celebraron, una vez más, el 130 aniversario de las relaciones diplomáticas entre ambas naciones

Cuando pensamos en el Japón tradicional, hay en nuestro imaginario un mundo entregado a la contemplación, de cierta manera, yerto; sin embargo, la noche de ayer en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, Wasabi, cuarteto de instrumentos tradicionales japoneses, entregó al público un concierto que trascendió esas expectativas al ofrecer una presentación que removió las emociones, las risas, las palmas, pues si algo distingue las interpretaciones de estos músicos es el dinamismo.

En entrevista previa, el grupo dijo que su objetivo “es presentar un perfil diferente, atractivo, de lo que en el mundo se reconoce como lo japonés”; de ahí su nombre: wa, partícula que refiere a todo lo relacionado con el mundo del sol naciente, y sabi, que hace referencia a la mejor parte de una canción.

En el recinto del Instituto Nacional de Bellas Artes, el recorrido musical inició con cuatro composiciones originales del grupo: Shinonome, la cual abrió con uno de los atributos distintivos de Wasabi, las rápidas y acertadas interpretaciones de Ryoichiro Yoshida en el shamisen (guitarra japonesa), seguido del taiko (tambores) de Naosaburou Bihou, para finalmente integrarse a la carrera rítmica la sakuhachi (flauta) de Hiromu Motonaga y el koto (arpa) de Shin Ichikawa.

Reikko (Luz intensa) fue la siguiente. Al igual que la anterior, inició con el ágil shamisen. El koto y los tambores pudieron mantenerse como la base de la melodía, pero un extraordinario intercale entre la flauta de Motonaga y los tambores de Bihou sacó el delicado sonido del koto, para después recuperar la melodía principal en las cuerdas del shamisen en un en crescendo, hasta cerrar la pieza.

 De esta primera parte siguió Eleven (Compás once), pieza que exploró las posibilidades de cada instrumento, con sonidos inusuales, algunos alcanzaron a distinguirse más occidentales y continuó con Bright, una pieza más melódica.

La segunda parte del concierto abrió con una reinterpretación versátil de lo más tradicional: Kokiriko, la cual es una versión instrumental y ágil de la canción folclórica Kokiriko bushi, proveniente de la provincia de Toyama, la cual utiliza como leitmotiv el sonido del kokiriko, instrumento tradicional de bambú, para describir el sonido de las montañas, del instrumento mismo y del momento en que fueron escritos los versos de la canción.

 Con esta pieza Wasabi se robó la participación del público, ya que gracias a la espontaneidad y carisma de Bihou en el tiako, las palmas de los asistentes formaron parte de la melodía, como un guiño que recordó el sonido de aquel antiguo kokiriko.

 Aoi (Azul), Shigure (La lluvia caprichosa) también fueron versiones actualizadas de música tradicional que dieron paso a piezas originales del grupo, como Momoyozuki (La centésima luna),Seiran (Viento de verano), Kouyou (Brillo), Yellow Geena y Grisaille Sky (Cielo sepia).

 Si algo es sabido en poesía es que para romper las reglas, primero hay que dominarlas. En este sentido, no sorprende que Wasabi haya alcanzado reconocimiento con este nuevo acercamiento hacia lo tradicional, ya que sus integrantes son representantes de escuelas como la Ikutaryu Soukyoku Seigenkai, en el caso de Shin Ichikawa, la Bihouryu Hayashikata, en el caso de Naosaburou Bihou o bien sean discípulos de destacados maestros, como lo son Ryoichiro Yoshida y Hiromu Motonaga.

 Con este concierto la comunidad japonesa y nuestro país celebraron el 130 aniversario de las relaciones diplomáticas entre ambas naciones. 

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