LITERATURA

Estamos acostumbrados a los muros gruesos que separan las ciencias de las artes: Roger Bartra

Boletín No. 1540 - 22 de noviembre de 2017
  • El antropólogo celebró su 75 aniversario dentro del ciclo Protagonistas de la literatura mexicana

“Estoy perdido en las identidades, en ese juego de espejos donde me es difícil definirme. Quizá esta incomodidad que genero es una venganza mía, ya que todos tenemos tendencias a calificar”, señaló Roger Bartra al tratar de definir qué tipo de escritor ha sido a lo largo de su carrera, en la que ha abordado la filosofía, la antropología, la sociología o la literatura.

Durante su participación dentro del ciclo Protagonistas de la literatura mexicana del Instituto Nacional de Bellas Artes, con la que celebró su 75 aniversario, el antropólogo hizo un recorrido por las ideas que le han preocupado y ha abordado en su obra.

“Quiero recordar lo que decía Voltaire en su Diccionario filosófico cuando se refería a que la bella literatura era la que causaba sentimientos agradables. En cambio, afirmaba que lo exacto, lo difícil y lo útil no pueden pretender la belleza. En este sentido yo renunciaría a ser parte de los que generan belleza.

“Mis obras están plagadas de intentos de ser exactas, de reflejar la realidad, de entenderla. A veces son calificadas como difíciles y hasta de útiles, con lo que Voltaire me echaría del espacio literario”.

Al referirse a las preocupaciones que ha planteado a lo largo de su carrera, el autor de Cultura y melancolía resaltó una idea constante: “El conjunto de mi obra podría verse que pasa por tres motivos de interés, los cuales se preocupan por la idea de conciencia. De joven me interesaba la conciencia de clase: la ideología en las clases sociales y en qué modos de producción se basaba.

“Después me sumergí en la conciencia nacional: el análisis de la cultura política y la crítica de las costumbres. Abandoné a Marx y sumé a autores como Alexis de Tocqueville, Émile Durkheim y Max Weber. Finalmente, me interesé por la conciencia neuronal: el funcionamiento del cerebro y su conexión con el entorno cultural”.

Para el autor, que ha abordado desde la situación del medio rural mexicano, hasta los estudios científicos del cerebro, uno de problemas fundamentales de la academia, sobre todo la que sigue los esquemas anglosajones, son los “muros gruesos” que dividen a las ciencias, los cuales han generado clasificaciones innecesarias en los campos de estudio.

“Me convertí, como dice Christopher Domínguez, en un solitario político, pero eso también les pasa a los científicos, cuando, sobre todo, se empeñan en ser escritores.  El problema es que estamos acostumbrados a la presencia de un muro muy grueso y poderoso que separa las ciencias de las artes.

“Como Dante, que separa con una puerta el cielo del infierno, por un lado se haya el infierno científico, y quien quiera entrar por ahí debe abandonar toda esperanza de belleza. Pero si se intenta pasar al terreno de las artes, entonces debe de abandonar toda esperanza de verdad. Quienes se arriesgan a pasar por esa puerta hacia una u otra dirección deben enfrentarse a esa soledad intelectual porque son vistos con sospecha.

“Sin embargo, en sí misma, la academia es un espacio cerrado que está rodeado de muros, especialmente en el mundo anglosajón. Por suerte, en México la academia es desordenada y en esos caudales que se derraman hay muchas posibilidades para la gente que, como yo, está incomoda en todos los territorios y en todas las casillas. Este es un llamado para mantener ese caos creativo que la caracteriza”.

Por su parte, el crítico Christopher Domínguez Michael señaló que, a lo largo de su obra, en la cual “no le ha bastado dejar un prudente recetario de instrucciones políticas”, Bartra ha “privilegiado aquello que une contra lo que separa, poniendo sobre la mesa el arsenal de relaciones mediante el cual la humanidad debería alcanzar su mayor expansión y grandeza.

“Bartra, a contracorriente, insiste en que el hombre es un ser social y va al cerebro en busca de las relaciones que sustentan esa certeza menos compartida de lo que parece. De principio a fin, la suya es una antropología política: la del sabio en la ciudad, que es una de las grandes manifestaciones de la inteligencia mexicana entre el siglo pasado y el nuestro”.

---000---