ARTES VISUALES

La directora general del INBA hizo entrega de la Medalla Bellas Artes al artista visual Alan Glass

Boletín No. 1508 - 16 de noviembre de 2017
  • México acoge con generosidad y cariño a quienes como tú contribuyen a la valoración de nuestro legado cultural y al enriquecimiento de nuestra vida social, dijo Lidia Camacho al galardonado

La directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Lidia Camacho, hizo entrega de la Medalla Bellas Artes al artista plástico mexicano de origen canadiense Alan Glass, en un acto celebrado en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes.

Con este acto, dijo la funcionaria federal, se reconocen los méritos y la trayectoria de más de medio siglo de “un creador entrañable para la comunidad de las artes visuales en México, apreciado sobre todo por su extraordinaria calidad humana  y el lugar prominente que su obra guarda en el desarrollo del arte en nuestro país”.

Acompañada del artista homenajeado; de Magdalena Zavala, coordinadora nacional de Artes Visuales del INBA, de la curadora de arte Tere Arcq y el escritor Alberto Blanco, la doctora Camacho destacó los primeros años de vida de Alan Glass en Montreal y luego sus años en París, donde vivió un periodo significativo para su formación en los años 50 en contacto con las vanguardias del arte internacional, en especial con André Breton y Benjamin Péret, entre otros.

Durante esos años, dijo, tuvo la oportunidad de viajar por Europa y Medio Oriente, pero  fue su descubrimiento de la identidad cultural, profunda y diversa de México, donde encontró la fuente inagotable, sin duda, del asombro y de la maravilla que alimenta su obra.

“Es bien sabido que Breton consideraba a México el país surrealista por excelencia, pero también se ha reconocido que el surrealismo mexicano es más que un movimiento artístico o corriente de pensamiento: representa un componente de nuestra génetica cultural que se manifiesta en nuestras tradiciones más arraigadas, en los rituales, en el arte popular y en numerosas expresiones de nuestra idiosincrasia”, expuso la directora general del INBA.

Por su parte, agregó, Alan Glass se declara a sí mismo surrealista de nacimiento, por esencia, porque esa es su forma de percibir las cosas desde que era un niño, de manera que su elección de residir en México a partir de 1970, luego de su primera visita en 1962, fue casi natural, “como obra de un destino que opera desde lo intangible a través de la sincronía”.

Lidia Camacho consideró que Alan Glass posee lo que el fundador del surrealismo (Breton) identificaba como “la inteligencia clarividente de la vida”, que permite al creador penetrar en las formas de las que emerge el arte y tender puentes entre lo consciente y lo inconsciente, lo visble y lo invisible.

“Su imaginación es poderosa y abundante, y durante más de 50 años de trayectoria artística ha dado vida a múltiples universos en cada caja, acuarela, dibujo, collage y óleo. Cada una de sus obras es única y compleja en sí misma, llena de poesía vital. Su trabajo nos abre ventanas al mundo interior del inconsciente, del erotismo, de la naturaleza, de la poesía y de lo onírico”.

Por todo ello, indicó la directora general del INBA, es un honor entregar la Medalla Bellas Artes “a un creador alquimista, de delicada sensibilidad y mirada sutil, quien ha entregado su vida y talento a la búsqueda del arte”, y al entregarle la presea y diploma le dijo: “Querido Alan: México acoge con generosidad y cariño a quienes como tú  contribuyen a la valoración de nuestro legado cultural y al enriquecimiento de nuestra vida social. En esta institución celebramos el privilegio de contarte entre los nuestros”.

En respuesta, el artista galardonado, conocido por su humildad y rechazo a los reflectores, expresó agradecimiento a “unas pesonas que han sido invaluables en mi trabajo: María Julia; mi carpintero, el maestro Cano y Salvador Avendaño Sánchez. Muchas gracias”.

La obra de Alan Glass, calificado como “el último de los surrealistas”, de gran belleza y originalidad, ha sido admirada en Canadá, Francia, Estados Unidos, España y Alemania, y en México ha sido expuesta en importantes recintos como el Museo del Palacio de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno, el Museo Tamayo y el Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca.

La ceremonia de entrega de la Medalla Bellas Artes al artista visual Alan Glass fue precedida por una videosemblanza del homenajeado y por los comentarios de Tere Arcq y Alberto Blanco.

La curadora de arte especializada en el surrealismo Tere Arcq comentó que conoció a Alan Glass hace diez años en una entrevista pactada con Carlos Laborde, promotor de Glass.

Llegar a su casa fue como traspasar el umbral hacia otra dimensión al interior de un universo extraordinario, dijo, y recordó una postal parisina que decía “Gabinete fantástico, palacio de espejismo”. “Así sentí cuando entre a su casa, llena de miles de objetos dispuestos por toda la casa en las que destacaban sus cajas, llenas de sueños, encuentros y apariciones.

“Algo que me llamó la atención al entrar a su mundo fue el contraste enorme entre la grandeza de su obra y la absoluta humildad, modestia y sencillez de su persona”.

En su obra y en su vida, Alan es un ser humano de una integridad impecable. Le han dicho que es el último surrealista y su obra encarna todos los ideales de este movimiento artístico: exaltación de la imaginación, exploración de los sueños y el inconsciente, recuperación del asombro y la inocencia de la infancia, uso del juego y el humor, rechazo a las normas y a los dictados de la razón, y la búsqueda por amalgamar en la vida y en el arte los tres fundamentos surrealistas: amor, libertad y poesía, señaló.

En su oportunidad, el poeta Alberto Blanco coincidió con Arcq en que hay dos documentos  fundamentales para entra en la vida y obra de Alan Glass: el libro de Masayo Nonaka, que no es catálogo, pero es una visión panorámica del trabajo de Alan; y la extraordinaria película de Tufic Makhlouf, dedicada a su vida y obra.

Y agregó: “El  nombre es destino, Alan Glass: Alan, vaso, cristal, vidrio, copa, espejo; Alan Glass, todo vidrio, todo cristal. Sin más misterio que su propia evidencia, una caja donde todo se puede ver. Una copa para brindar por la vida y los amigos; una ventana y un cristal donde la noche se mira reflejada una y otra vez; un espejo del mundo de todos los días, pero también del otro mundo, allí donde el conde Isidore Ducasse sigue  haciendo de las suyas; vaso de agua fresca, insípida como la amistad”.

Los muchos años de cercanía y las largas conversaciones que se me han concedido con Alan, dijo Alberto Blanco, me permiten afirmar que todo esto que se halla contenido en el vaticinio de su nombre se ha visto cumplido cabalmente en su vida y en su obra. “A la sombra de una amistad transparente como una copa de vino blanco, mejor aún, como un vaso de agua limpia, queda claro que aquello que afirmaba el maestro de Pessoa, Alberto Cahero, es verdad: el único misterio de las cosas es que no tienen misterio alguno. Alan Glass es una casa de cristal”.

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