Jorge Alberto Manrique, historiador, crítico y maestro, pero, sobre todo, un gran ser humano, coinciden amigos y colegas

Boletín No. 1503 - 04 de noviembre de 2016

Ciudad de México, 4 de noviembre de 2016

Boletín núm. 1503

Jorge Alberto Manrique, historiador, crítico y maestro, pero, sobre todo, un gran ser humano,

coinciden amigos y colegas

o   Una persona que nuca morirá: Miriam Kaiser

o   Decía que la modernidad está hecha de rupturas y disidencia: González Mello

o   Lo que más me impresionaba de él, dijo su hija Lorenza Manrique, es su férrea defensa de la libertad de expresión y del patrimonio artístico, así como su amor a la vida

El pasado miércoles 2 de noviembre falleció en la Ciudad de México, a los 80 años de edad, el crítico de arte, investigador, historiador, docente y defensor del patrimonio cultural Jorge Alberto Manrique.

Destacado director de instituciones como los museos Nacional de Arte (Munal) y de Arte Moderno (MAM) del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), así como del Instituto de Investigaciones Estéticas (IIE) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Manrique deja un gran vacío en el mundo de la academia, pero también un amplio legado intelectual y humano.

Sus colegas y amigos externaron en el velorio su pesar por el deceso, pero también rescataron los mejores recuerdos del amigo, el artista, el maestro, el padre de familia y, sobre todo, el ser humano.

La promotora cultural e investigadora Miriam Kaiser comentó: “Manrique será una persona que nunca se nos morirá. Le dio mucho a la UNAM, al INBA y a sus museos, como el Munal, que inauguramos en tan solo cuatro meses. Ahí aprendí mucho de él y esos museos tienen mucho de Manrique. Él ha dejado ahí un gran legado con su trabajo.

“Sus libros, sus enseñanzas, su cariño e inteligencia están por encima de todo. Sus textos en el periódico La Jornada son primordiales, capitales, pues nos han guiado y puesto en lo que debe ser. Su obra se resume en una sola palabra: cabal.

“Los jóvenes deben leerlo, sobre todo sus textos periodísticos. Y habría que recordarlo como lo que fue: un hombre con un gran sentido del humor, de esplendida humanidad y sabiduría, que cuando abría la boca salían flores, por toda su información, sus conocimientos”.

Por su parte, su colega en el IIE, Renato González Mello, afirmó: “Manrique estuvo siempre activo en ámbitos distintos: la crítica de arte, la vida institucional de los museos, como profesor de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) de la UNAM y como estudioso de dos orientaciones del arte: el colonial y el moderno.

“Abarcar su vida sería un tema muy extenso. Yo destacaría su labor como fundador de instituciones como el Munal. Fue un intelectual muy completo. Como historiador del arte hizo que la investigación, la difusión y la crítica volvieran a coincidir, y tuvo una visión muy amplia del problema de la modernidad.

“Tenía una conciencia muy aguda de que la modernidad está hecha de rupturas y disidencia, pero también de polos muy conservadores. Entonces, su trabajo buscaba siempre esos polos y él tenía la idea de que en el arte mexicano había que buscar las trazas de una contracorriente, una idea que para el arte del siglo XX fue muy arriesgada y, por lo mismo, tuvo muchas consecuencias. Por eso, su pérdida es muy dura y lamentable.

“Yo recomendaría no perdernos el Manrique que está en sus libros de crítica de arte, que son los que más y mejor resumen su visión del arte. Pienso que él trató de ser un crítico con una conciencia histórica muy aguda y son muchos los textos que publicó y que son indispensables.

“Trabajamos juntos en la FFyL en los años ochenta, un periodo, por cierto, muy complicado. Y recuerdo que él tenía un gran respeto por la institucionalidad, lo cual no le impedía comprender los motivos de la crítica y la disidencia social”.

El historiador Álvaro Matute no dudó en calificar este 2 de noviembre como “un día triste, de un dolor muy intenso: se va un gran pensador y un buen amigo. Recibí la noticia y he recordado claramente que Manrique fue mi maestro, mi guía, y eso es una impresión muy fuerte”.

Rememoró su participación en el homenaje que se le rindió hace unas semanas: “A mí me tocó en el Munal y ahí lo recordé en su fase más directa, que es la de historiador, y hablé de una participación suya de 1969, una ponencia muy brillante que me dio mucho y que utilicé como guía en mi trabajo de profesor.

“Sí, fui su alumno en una clase de mucho contenido. Siempre nos mantenía atentos porque su contenido era muy profundo. Al terminar el semestre nos hicimos amigos y continuamos juntos mucho tiempo, casi 50 años. Él fue mi maestro en 1966”.

Consideró que Manrique era muy buen escritor. “Tenía buena pluma. Creo que en su faceta de historiador reivindicó muchas cosas que sucedieron en la Nueva España. Su discurso de ingreso a la Academia de Artes fue muy claro y profundo, y habría que revisarlo y tenerlo presente. Sus textos estaban en la tradición de lo mejor de la crítica mexicana. En lo personal, era un ser muy divertido, muy buen cocinero: recuerdo comidas en su casa preparadas por él mismo”, finalizó Matute.

“Cómo no voy a sentir la muerte de Manrique si fuimos compañeros desde hace muchos años en el IIE. Siempre he tenido muy buenas razones para estimarlo, y esas son sus trabajos, lo que preparó y escribió, lo que enseñó, siempre cosas muy positivas. Todos lo apreciamos. Fue un hombre con buenas opiniones y éxitos en su clase, uno de los mejores profesores que ha habido en la UNAM”, sostuvo la investigadora Elisa Vargaslugo Rangel.

Y agregó: “Jorge Alberto Manrique era una persona muy agradable y muy aventada, porque, eso sí, se arriesgaba a muchas cosas que uno quizá ni lo pensaba. Yo creo que las nuevas generaciones deberían rescatar sus libros y sus textos; leer sus artículos cortos, muy buenos, que enseñan mucho”.

El legado de un padre

La cineasta Lorenza Manrique, hija del maestro Jorge Alberto Manrique, con serenidad recordó: “Siempre fue muy generoso. Él amaba la vida, la cultura, el arte. Desde niña pasábamos fines de semana con él, cuando salía con sus alumnos de práctica, y siempre estábamos nosotros ahí. Sus alumnos lo querían mucho, lo adoraban”.

Afirmó que lo que más le impresionaba de su padre era “su férrea defensa de la libertad de expresión, su amor a la vida y su defensa del patrimonio artístico del país y de la libertad de creación, además de su manera de ser tan irreverente.

“Siempre estábamos juntos en proyectos, en trabajos. Le gustaba mucho la comidagourmet, los vinos. Era chef, estudió en Italia y cocinaba mucho. Le fascinaba la comida, la fiesta, la vida. Para mí, su mejor regalo ha sido buscar ser libre”.

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